Una playlist para cachones (volumen 1)

Una playlist para cachones (volumen 1) - sebasareiza.xyz

 

Dicen que de la muerte y de los cachos no se salva nadie. Se trata de un tema incómodo y doloroso pero, por lo mismo, terriblemente humano. Muchos de nosotros hemos estado en las tres posiciones del cacho: los hemos puesto, los hemos recibido y hemos sido los cachos de alguien más. Eso no lo hace correcto de ninguna manera, pero así es la vida, qué le vamos a hacer. Esta es una playlist para cachones, haciendo un análisis antropológico de un fenómeno descarnadamente biológico. Por hablar tanta carreta tratarse de un texto tan extenso, estará dividido en cuatro entregas.

Una playlist para cachones

 

 

 

Vete con él – Andy Montañez:

Un componente inevitable del cacho es la comparación. “Si él es mejor que yo, vete con él”, canta El Niño de Trastalleres, en medio de la ardidez suprema que genera haber sido reemplazado por un espécimen que tiene tanto más de billetera como de bragueta. O quizás no, quizás sea lo contrario, pero ahora la vieja está feliz con el otro tipo que -al parecer- ella mandó a hacer simplemente por el hecho de encajar mejor.

Otro hecho curioso es mencionar que “él se lo pierde”, lo cual también configura un pensamiento derrotista. Esto por una única y simple razón: nadie se pierde de lo que no le interesa; si me ofrecen pastel de banano, un disco de Piso 21 o una camiseta de Millonarios, es probable que me sienta feliz de perder tamaña oportunidad.

Recomendación: ideal para que suene en un bar de salsa mientras un amigo te consuela con frases genéricas tipo “usté le quedó muy grande a ella vea”. Si hay un borracho tocando una campana a destiempo puede ser todavía más deprimente.

 

Andate con la otra – Helenita Vargas:

Esta canción del playlist para cachones es la versión femenina de un tango que acá hemos conocido con la voz de Lalo Martel: Siempre amigos. Solo que acá somos más extremistas y le metimos un hijo muerto y cachos. Al igual que el tango que mencionaba arriba, tiene un deseo más o menos sincero de ver al otro feliz con su nueva pareja y hasta acepta tomar unos mates (aun cuando sabemos que Helenita era más vallecaucana que el pandebono) con el tipo en un futuro no lejano.

Bajo esa lógica podríamos decir que es una categoría pasivo-agresiva del cacho, donde la afectada lo corta tajantemente de su vida aunque sabe que el tipo va a volver derrotado porque “la otra” no va a dar la talla. Hasta le recuerda al tipo que fue ella quien lo hizo un hombre de verdad, no sabemos si porque lo hizo botar cachucha o porque lo hizo ser un padre responsable. Lastimosamente la vida funciona así: no por mucho que pensemos merecer el amor de alguien lo tenemos, ya que una cosa son las atenciones que se dispensen en la pareja o en el hogar y otra es lo que el tipo cree merecer.

Recomendación: ideal para una cantina de pueblo, donde la música suena en rockola y si a todos los presentes se les acaban las monedas de 500 les toca silbar las canciones. Preferiblemente donde el trago sea barato, aunque advertimos que gracias al comportamiento heteronormado del pueblito promedio colombiano te van a tratar de marica si lloras. En lo posible alejarse de cualquier objeto cortopunzante o arma de fuego.

 

Así no te amará jamás – Amanda Miguel:

Viajamos a una era maravillosa donde había mucho pelo y poco recato: los años ochenta. El antioqueño, ese ser mitológico lleno de contradicciones, hermoso y bravío pero altamente disfuncional, se termina de definir como antioqueño cuando empieza a desarrollar el gusto por la plancha. Y este es un clásico del género: sus gemidos como de sala de parto reflejan el dolor de una mujer que rebaja su valía rogándole a un tipo como cualquier aspirante a alcalde le ruega al dotor Uribe un aval.

La tesis de la canción parece sencilla: ella siente que debería dejar de intentar llamar al tipo de cada teléfono público de la ciudad, pero siente que, más que rebajarse, está rescatando al tipo de meterse con una vieja cuyos atributos pectorales son inversamente proporcionales a los atributos mentales. Y ya saben cómo funcionamos los hombres: detestamos la intensidad y amamos las tetas. Yaper.

Recomendación: media de aguardiente tapa roja en Melodía para dos. Eventualmente sonará esta canción y todas las mujeres engañadas (a quienes podríamos recomendarles esta playlist para cachones) la cantarán a grito herido. Ideal para aprovechar la efervescencia del momento para invitar una ronda, trabar conversación y, si todo sale bien, terminar en algún alojamiento temporal haciendo el delicioso.

 

Mi soledad y yo – Alejandro Sanz:

Puede que estemos ante la canción que define los cachos millenials. El tipo está con cara de becerro mirando la pantalla, esperando un WhatsApp de su doncella que está viviendo en una ciudad al otro lado del charco. Ella le dijo que salía con unos amigos y le manda una foto donde sale un tipo que parece jugador del Bayern Munich y un gordito mexicano. El tipo sabe que lleva las de perder incluso con el gordito mexicano, al que llamaremos José Guadalupe. Pero ella no es pendeja y va por el que parece Thomas Müller, aunque puede que meta las patas también con José Guadalupe.

Mal haría yo en criticar las relaciones a distancia (más cuando conocí a la mujer más maravillosa que existe de esa manera), pero casi siempre termina mal la historia. Sanz, quien posiblemente sea el ‘catano’ mejor conservado de la galaxia, se imaginaba un encuentro imaginario mientras escuchaba, del otro lado del teléfono, a un tipo hablando en perfecto español diciendo “Ya apúrale wey”.

Recomendación: un litro de helado del D1 y alguna comedia romántica de Fox Life. Después de llorar hasta la deshidratación es hora de levantar cabeza: a media noche en Radiotiempo puedes mandar tu número para chatear con algún otro corazón solitario.

 

Mañana a la misma hora llega la segunda parte de la playlist para cachones: 1 hora 9 minutos de pura vagabundería.

 

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