Los Prisioneros y Sudamérica: una historia de amor

 

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Fueron nuestros Beatles, solo que tenían más de mapuches que de caucásicos. Y al igual que los Beatles, nos marcaron profundamente porque su trayectoria duró menos de lo que quisiéramos haber escuchado. Es más, si me preguntan a mí que sé lo mismo de música que de antropología (o sea, nada), diría que son indispensables para entendernos. Me animo a afirmar que Los Prisioneros son la banda sonora definitiva de este pintoresco subcontinente. Quizás sea irresponsable afirmar eso en un lugar tan rico en sonoridades. Sin embargo, su música nos ha acompañado desde hace más de tres décadas y sigue siendo vigente y reveladora. De igual manera, la historia personal de la banda parece repetir todos los males que sufrimos como región. Esta es la historia de Los Prisioneros y Sudamérica: siete razones por las cuales nos representan fielmente.

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Mural en honor a Los Prisioneros en el barrio San Miguel de Santiago.

1. Los Prisioneros y Sudamérica: los orígenes

La historia de Los Prisioneros es la historia de los amigos del barrio que comparten salón de clase y pasiones. Jorge González, Miguel Tapia y Claudio Narea coincidieron, por la gloria de los dioses, hace 41 años en Santiago de Chile. Terminando los setentas se conocieron en las aulas de un colegio público en el barrio popular de San Miguel. Empezó como un juego y empezó a ponerse serio con el pasar del tiempo. Quizás cuando vieron que debido al contexto de la época no había nadie que hiciera lo mismo que ellos. Nadie más estaba ahí para sacar a flote los pensamientos y exigencias de los jóvenes de su época. Y como pasa en todas las dictaduras, esto les trajo problemas.

Tuvieron un origen humilde, lucharon desde abajo, se enfrentaron al poder y, a pesar de esto, lograron trascender. Se trata de un triunfo pequeño desde lo económico, pero gigante en cariño y recordación. Y esto se mantiene, a pesar del turbio final de la banda y todo lo que ha pasado hasta hoy. Parece repetir el sino trágico de la mayoría de los héroes populares de Sudamérica. Gloriosos a su manera, sin quedar bien con todos, a pesar de las tragedias personales.

 

Augusto Pinochet - sebasareiza.xyz

2. En la época de Pin8

El 11 de septiembre de 1973 es derrocado Salvador Allende, presidente socialista elegido en las urnas. Augusto Pinochet, comandante de las fuerzas armadas, usurpó el poder hasta 1990. En ese momento de Chile, tal como hasta hace tiempo, se tenía la imagen de país próspero y trabajador, casi europeo. La tal prosperidad estaba sostenida por una profunda desigualdad. Amplios sectores de la sociedad que estaban marginados alzaban la voz. Y tal como ahora, el enojo popular era acallado a tiros.

En ese contexto nacen Los Prisioneros. Su música, simple pero explosiva, no estaba prohibida como la protesta. Tampoco era simplemente música light para evadirse de la realidad. Costó años de conciertos en colegios, parques y bares hacerse a un lugar en los medios de difusión. Y aunque suene irónico, su popularidad aumentó conforme se fue difundiendo de manera pirata. Y si su música antes era incómoda, pasaron a ser parias cuando apoyaron abiertamente el No en el plebiscito de 1988. Déjenme explico eso último con más detalle.

Resulta que ante la fuerte presión internacional, la solución fue armar un plebiscito simulando una democracia. Si ganaba el Sí, Pinochet seguía al mando hasta 1997. Si ganaba el No, habría elecciones libres sin él. Y el 5 de octubre ganó el No con el 55% de los votos. Gran parte de los artistas influyentes de la época se sumaron a la campaña del No. Y en esas estaban Los Prisioneros, cuando ninguno de ellos llegaba a los 30 años. ¿Qué generó esto? Una gira de conciertos por todo Chile cancelada casi en su totalidad. De ahí que hayan tenido que hacer interminables giras al extranjero, que les sirvió para ganar adeptos y poner pan en la mesa.

La dictadura no los pudo matar físicamente, pero los intentó matar de hambre.

 

Muevan las industrias - sebasareiza.xyz

3. Anécdotas convertidas en historias universales

Gran parte del encanto de Los Prisioneros está en que sus letras hablan de los problemas de la sociedad profunda sin lamentos y sin academicismos. Un ejemplo más del «pinta tu aldea y serás universal». El baile de los que sobran es una canción que explica las falencias del sistema educativo sin sonar a denuncia del gremio. Corazones rojos habla de la opresión de la mujer en relación con el hombre, años antes de que eso fuera un tema de conversación habitual. Nunca quedas mal con nadie puede hablar del tipo que quiere cambiar al mundo recogiendo firmas en Change.org o del Partido Verde. Sexo y Noche en la ciudad se burlan de la «higiene moral» que quieren sostener algunos grupos sociales.

Muevan las industrias llama la atención sobre el desempleo creciente. Por qué no se van y Por qué los ricos cuestionan los privilegios de la clase dominante. Lo estamos pasando muy bien es una crítica frontal a la imagen que quería vender la dictadura de Chile. Y Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos… ¿hace falta explicar algo más? Los ejemplos sobran en todos los ámbitos posibles. Salvando las distancias, da para pensar que Los Prisioneros y Sudamérica se relacionan como Los Simpsons y Estados Unidos. Es decir, como una sátira aparentemente inocente pero dura y efectiva, de la realidad social, cultural y política.

 

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Enemigos en el fútbol pero hermanados por la música.

4. Los Prisioneros y Sudamérica, todo un viaje

A todos nos pasa que cuando nos cierran las puertas en un lugar vamos a otro a ganarnos la vida. Y como en Chile habían completado poco más del 10% de conciertos que tenían arreglados, se fueron al extranjero. Debutaron en Montevideo con buenos comentarios. Sin embargo, sus lugares fetiche fueron Perú y Colombia. También recibieron sendas ovaciones en México, Ecuador y Venezuela. La universalidad de sus historias y la potencia y juventud que desparramaban en escena fueron un potente gancho. Y no solo que sus letras fueran fácilmente comprensibles y generaran identidad. El triunfo de Los Prisioneros fue inobjetable en países con los mismos males del suyo. La historia de Los Prisioneros es la de una juventud sin oportunidades. Recibieron una educación mediocre, llegaron a un mercado laboral arruinado y los medios les imponían un estilo de vida que no se podían permitir.

Menos mal eso solo pasó en los ochenta y hoy en día todo está bien… ¡MOMENTO! Los millennials (nacidos entre 1981 y 1996) tenemos peor poder adquisitivo que las dos generaciones anteriores. Esto debido a la precariedad laboral y condiciones macroeconómicas. Qué cosa tan hijueputa. El pasado no se repite pero sí rima.

 

5. Reinventándose

Otra característica interesante de la banda es su capacidad de reinventarse. Si bien estaban influenciados por The Clash, su apuesta al inicio fue volver a las nociones básicas. Algo así como lo que en su momento impulsaron los Ramones. Sin embargo, en la medida que se fueron profesionalizando, fueron mudando de estilos. Su primer álbum, La voz de los 80, fue grabado de forma casi amateur aunque se trató de toda una declaración de intensiones. Los siguientes álbumes (Pateando piedras y La cultura de la basura) mezclaba exitosamente el techno con el rock and roll más clásico. Y ya el último, Corazones, oficialmente sin Claudio Narea, fue totalmente synth pop, más similar a Depeche Mode. Aunque esa búsqueda de nuevos sonidos costó gran parte de la estabilidad de la banda, les sirvió para mantenerse vigentes.

A pesar de los cambios que son obligados en la industria musical, seguían siendo emblema del rock más puro. No en vano, su videoclip We are southamerican rockers inauguró el capítulo latinoamericano de MTV. Finalizando la década de los 80 por fin estaban logrando la difusión que antes se les había negado.

 

La rueda de prensa donde Jorge González estalló - sebasareiza.xyz
Jorge González citó a una rueda de prensa para responder a la segunda renuncia de Claudio Narea en 2003. Ante la insistencia de la prensa estalló.

6. El final

Los Prisioneros y Sudamérica comparten también una historia convulsa. Lo que había iniciado como un sueño de tres amigos terminó convirtiéndose en pesadilla. En primer lugar, las diferencias musicales separaban a Jorge de Claudio y Miguel. Él quería experimentar tanto en su vida personal como musical, ellos preferían consolidar una idea sonora. Después, la censura de la dictadura pasó de sutil a explícita y con las cuentas en cero tuvieron que echarse a andar. Por último, como se mencionó acá, Jorge entró en una relación clandestina con la pareja de Claudio y esto terminó haciendo explotar la banda. Jorge quiso reemplazar a su antiguo amigo, pero nunca fue lo mismo. Su último concierto, en enero de 1992, terminó con el público aclamando a Claudio y Jorge corriendo a llorar al camerino.

Como si fuera poco, el lugar que se habían labrado en la preferencia de los medios se perdió. Los Prisioneros, a inicios de los noventa, se asociaba con el pasado, la década anterior, la dictadura, la lucha en la calle. De esta manera pasaron al silencio. Sus integrantes tomaron diferentes rumbos, con éxito variable. Sin embargo, finalizando la década, la tendencia se revirtió. Los Prisioneros, estando separados, empezaron a vender más que las bandas activas del momento. Y la presión del público logró reunirlos para lanzar un álbum más y varios conciertos míticos en 2001 y 2003. Sin embargo, la grieta ya estaba hecha. Nunca sería lo mismo. El carácter volcánico de Jorge, sumado a sus desequilibrios mentales y su agitada vida privada, terminó por sepultar el grupo.

Su genio musical lo acompañó hasta hace algunos años, cuando sufrió un accidente cerebrovascular. Este trágico hecho mermó mucho sus capacidades y desde eso se esfuerza en rehabilitarse. Claudio y Miguel, no sabemos si por empatía o por qué razón, manifestaron su deseo de ver bien a Jorge y de reencontrarse para charlar. Mientras tanto, ellos siguen vigentes en la música gracias a Narea y Tapia. En este grupo la suma de sus talentos, antes relegados, sale a relucir. Allí cabe la experimentación y, naturalmente, hay tiempo para recordar los viejos temas de Los Prisioneros.

 

Protestas en Chile - sebasareiza.xyz

7. Los Prisioneros y Sudamérica: su legado

El legado de Los Prisioneros no se puede limitar a los discos vendidos o a la recordación de marca, aunque ahí también estarían bastante adelante. En el Chile de los ochentas, competían contra Soda Stereo y llegaron a afirmar que era la música que le gustaba a la dictadura. Aunque luego se disculparon por semejante exabrupto, no era del todo alejado de la realidad. Había un pacto tácito que les impedía sonar en radio, mientras que cualquier banda argentina llegaba y se posicionaba con facilidad. Su lucha por reinvindicar lo propio no era gratuita, ya que habían esfuerzos titánicos en traer material de Europa y Norteamérica para hacerlo sonar.

De alguna manera, y sin demeritar a Soda -banda que cualquier persona de bien idolatra-, Los Prisioneros hizo una labor similar con menos. En primera instancia, fueron 14 años de actividad intermitente de la banda de San Miguel. Es poco, si se compara con las bandas legendarias del rock hispano. Retomando el ejemplo de Soda, la banda nace en la época post-dictadura, donde al igual que en España hubo una transición llena de riqueza artística. En cambio, Los Prisioneros fue la flor que nació de una grieta en el pavimento. Esa precariedad que supo convertirse en gloria es el hilo que une a Los Prisioneros y Sudamérica. En el deporte, en el arte y hasta en la ciencia.

Y como si no fuera suficiente, en todas las protestas del 2019 en Sudamérica hubo algo en común: El baile de los que sobran. Es el himno no oficial de este subcontinente que en suerte nos tocó habitar. Jorge, Claudio y Miguel quizás no alcanzan a dimensionar el alcance que tuvieron y tienen fuera de su país. Son referencia obligada porque no se limita a la música protesta: es comercial, es entretenida, es pegajosa y además te obliga a pensar. Su música es el cabayo de Troya que la gente de a pie le regaló a la clase hegemónica. Gracias a ellos muchos vivimos un lindo pero doloroso trámite a la vida de adulto. Entendimos que había gente igual a uno que pasaba penurias. Esas historias también cuentan. Las historias de Los Prisioneros y Sudamérica son en realidad una sola historia de amor.

 

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