De fanáticos e insensibles

Del cruento acto de los fundamentalistas islámicos en París no pienso hablar. Temas como la islamofobia o la libertad de expresión están entre las miles de cosas de las que no sé nada. Eso sí, me ciño a la cita que estuvo circulando todo el día de ayer, donde Charb (editor de la Charlie Hebdo, fallecido en el atentado) decía que "Si nos planteamos la cuestión de si tenemos derecho a dibujar o no a Mahoma, de si es peligroso o no hacerlo, la cuestión que vendrá después será si podemos representar a los musulmanes en el periódico, y después nos preguntaremos si podemos sacar seres humanos... Y al final, no sacaremos nada más, y el puñado de extremistas que se agitan en el mundo y en Francia habrán ganado".

"El Corán es una mierda, no para las balas" Hombre, yo no le veo lo polémico (?).
"Masacre en Egipto: El Corán es una mierda, no detiene las balas" Hombre, yo no le veo lo polémico (?).
 La tenía clara el hombre. Y siento que me afecta, porque en últimas (y esto lo entendí tras un regaño -muy amable, pero regaño igual- de Jhon Jaime Osorio) somos todos comunicadores, nos dedicamos a lo mismo sin importar la etiqueta que le pongas. Ahora, la pregunta era, ya en la noche, ¿por qué nos indignamos de esta barbaridad que ocurrió en Francia si acá pasó lo mismo no una sino muchas veces?

A Orlando Sierra, en su momento director del diario La Patria de Manizales lo mató un HP (un Honorable Parlamentario, aclaro). No se sabe si a Jaime Garzón lo mató el ejército o los paramilitares o una asociación de ambas si es que en el fondo las dos cosas no son lo mismo, así como tampoco se sabe por qué la Fiscalía desvió la investigación. Y Pablo Escobar se ensañó con El Espectador en los ochentas: le dinamitó la sede, le mató a Guillermo Cano (que murió por una jodita inocente como imaginarse la cara del Cartel de Medellín al ver por televisión como se establecía la extradición) y lo llevó a la quiebra tras amenazar a todo el que pautara en el diario que se convirtió en semanario. Podríamos incluir la muerte de Diana Turbay, en su momento periodista de la revista Hoy por Hoy, pero 1. a ella la mató la policía, afirma Popeye (jefe de sicarios del Cartel) y 2. se hizo con un fin político muy puntual, que era agarrar del corbatín a Julio César Turbay y presionarlo para que se manifestara contra la extradición.

Esos los casos más rimbombantes, porque Colombia es uno de los países más hostiles del mundo para ejercer el periodismo (sacando a los que lo ejercen mal). Listo, ¿por qué nos duele Charlie Hebdo y no Jaime Garzón? La explicación es una mera hipótesis basada en nada: Somos un país insensibilizado. Creemos que somos un país horrible lleno de matones (en esto tenemos razón, básicamente porque eso ha sido Colombia desde que se tiene memoria). Y creemos que afuera no pasa nada (en esto sí estamos equivocados porque en todos lados se cuecen habas). Entonces cuando pasa algo así nos espantamos, porque creemos que ni aquí ni afuera estamos a salvo.

A esta también la mandó al infierno la Cabal.
A esta también la mandó al infierno la Cabal.

Es normal que sea así: a nuestros padres se les encharcaban los ojos cada que oían decir a Juan Harvey Caicedo "cuando la noticia se produce, Caracol se la comunica: EXTRA" porque significaba una tragedia con muertos. Tres veces al día los canales nacionales, regionales, municipales, comunitarios... nos ponen benzocaína en los ojos en forma de noticiero, a los que sacándole los deportes y las notas light, son un extenso inventario de muertos y heridos. Los colombianos tenemos costumbres muy curiosas, por ejemplo bajar la voz y adoptar una postura similar a la del boxeador cuando se protege de los puñetazos del rival cuando vamos a usar términos como traqueto, paraco, guerrillo y muchos otros términos que nos ha dejado la guerra.

Si Cien años de soledad inicia con una remembranza del día que Aureliano Buendía fue llevado por su padre a conocer el hielo, nuestra novela costumbrista podría empezar con la primera vez que vimos un muerto o la primera vez que empuñamos un arma o la primera vez que sentimos una balacera. Mal o bien eso somos. Se entiende -se entiende mas no se justifica- que Bojayá nos parezca algo más o menos normal pero que hayamos seguido con interés las guarimbas en Venezuela o la guerra en Donetsk. La muerte a la colombiana nos parece muy normal hasta que nos toca a nosotros.

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